El laboratorio de arte gráfico se convirtió en un proceso de creación colectiva donde la memoria, el territorio y la voz juvenil encontraron un espacio para dialogar. A través de técnicas como el stencil y la serigrafía, los participantes exploraron los elementos de identidad presentes en sus contextos: los colores del barrio, las palabras que los nombran, los símbolos que representan sus luchas y sus sueños.